sábado, 19 de mayo de 2018

Parkinson Secundario por Manganeso



La llamada enfermedad de Parkinson, es un trastorno del sistema nervioso central que acaba incapacitando progresivamente a quienes la sufren. Sin embargo, puede no ser invalidante durante muchos años. Cuando no es debida a causas tóxicas suele aparecer en personas mayores de 50 años. Muchas veces comienza de forma insidiosa con temblores en una mano. Los movimientos, especialmente los realizados con músculos pequeños, se hacen más lentos. Disminuye la frecuencia de pestañeo y la persona afectada camina arrastrando los pies. Con la enfermedad plenamente desarrollada la expresión de la cara se hace fija, la postura es típicamente encorvada y el temblor característico afecta a la mano de modo más intenso, produciendo el movimiento de 'hacer píldoras' de los dedos y el pulgar.
Se han relacionado casos de esta enfermedad con algunas actividades laborales, por ejemplo con la agricultura, la metalurgia, la industria química (petroquímicas, disolventes orgánicos), la cerámica o la fabricación de pilas.  Entre los productos tóxicos que pueden causar la enfermedad de Parkinson se han identificado metales como el manganeso, disolventes orgánicos como el disulfuro de carbono, el monóxido de carbono y otros compuestos como los cromatos de zinc o algunos plaguicidas.

Las fuentes de exposición al manganeso incluyen la extracción y refinamiento del mineral, la fabricación de aleaciones diversas (acero), el uso de óxidos de manganeso para fabricación de pinturas, barnices, tintas, esmaltes, fertilizantes y desinfectantes, así como para la fabricación de vidrio y cerámicas, la fabricación de pilas secas y el envejecimiento de las tejas.  Las concentraciones ambientales de manganeso han ido aumentando en los últimos años debidos a la sustitución total o parcial del tetraetilplomo como antidetonante en las gasolinas por compuestos orgánicos de manganeso como aditivo en las denominadas gasolinas sin plomo.
El disulfuro de carbono es otro de los factores de riesgo sospechosos de provocar la enfermedad de Parkinson. Se utiliza en la fabricación de sedas, rayón y celofán, también en la fabricación de colas, cerillas y algunos productos farmacéuticos y cosméticos, y en la preparación de la carbanilina como aceleradora de la vulcanización. Se usa además para la limpieza de grasas, aceites, resinas así como en la preparación de suelos y el almacenamiento de productos agrícolas. Por su parte, el riesgo de intoxicación por monóxido de carbono puede afectar a los trabajadores expuestos a la inhalación de cloruro de metileno o de los productos de combustión incompleta en lugares cerrados.
Además de éstas, existe un nutrido grupo de sustancias tóxicas utilizadas en el trabajo que lesionan puntos estratégicos de nuestro sistema nervioso y que provocan otros síntomas como movimientos anormales, cuadros psicóticos (enfermedades mentales) e incluso alteraciones de la conciencia y del conocimiento. A este grupo de agentes químicos peligrosos se les conoce con el nombre de neurotóxicos. Se sospecha que más de 1000 sustancias y varias clases o grupos de compuestos químicos son neurotóxicos, aunque en buena parte de ellos nunca han sido estudiadas las posibles propiedades nocivas para el sistema nervioso.

Evitar la exposición, eliminar el riesgo: Una exposición nula supone una protección total frente a los efectos neurotóxicos. Esta es la esencia de todas las medidas preventivas. Los cambios en los procesos de producción y la sustitución de productos forman parte de esta estrategia.

Pruebas de toxicidad y 'principio de precaución': Cuando se introducen nuevos compuestos químicos en el lugar de trabajo ya debe haberse estudiado su neurotoxicidad. La sospecha sobre sus posibles efectos neurotóxicos debería ser suficiente para no utilizar una sustancia.

Controles técnicos: Mediante controles técnicos se pueden mantener las exposiciones a tóxicos por debajo de los límites permisibles. Lo ideal es el uso de procesos químicos cerrados que impidan la liberación de cualquier producto tóxico al medio ambiente de trabajo. Si esto no es posible, son útiles los sistemas de extracción cerrados. No es una buena solución extraer el aire contaminado del ambiente de trabajo y trasladar la contaminación a la atmósfera del exterior.

Equipo de protección personal: Cuando no se dispone de controles técnicos para reducir el contacto de los trabajadores con productos neurotóxicos, deben facilitarse equipos de protección personal. Hay que seleccionar cuidadosamente el tipo de equipo de protección personal para cada situación.

Controles administrativos: Actividades orientadas a reducir los peligros del lugar de trabajo a través de la planificación, la formación, la rotación de los puestos de trabajo, etc.

Vigilancia de la salud: Los médicos que atienden a trabajadores en contacto con sustancias neurotóxicas deben conocer los efectos de dicha exposición. Cualquier signo o síntoma de intoxicación debería suponer el cambio del trabajador a una zona libre de productos neurotóxicos y la adopción de medidas para reducir los niveles de dicha sustancia en el puesto de trabajo.